La letra de “The Sound of Silence” de Simon & Garfunkel siempre me ha conmovido profundamente, especialmente en estos días difíciles. A menudo me encuentro en el eco de su melancolía, reflexionando sobre las sombras que me acompañan en mis momentos más oscuros. La canción habla de un silencio que se siente pesado, un silencio que resuena con lo no dicho, lo no escuchado. Me veo reflejado en esas líneas, caminando solo por calles angostas, con el frío y la humedad como únicos compañeros, mientras lucho contra pensamientos que oscurecen cada vez más mi mente.
La visión de “diez mil personas, quizás más, hablando sin hablar, escuchando sin oír” me recuerda a esos momentos en los que me siento rodeado de gente, pero increíblemente solo. En esos momentos, las palabras de consuelo que intentan alcanzarme suenan vacías, como si el verdadero significado se perdiera en el abismo entre nosotros. Frases hechas y motivacionales que deberían consolar, pero en cambio, resuenan en el vacío de mi propia “sonido de silencio”.
Me duele reconocerlo, pero a veces me encuentro deseando que las palabras de los demás puedan realmente tocarme, cambiar algo dentro de mí. Sin embargo, se sienten como gotas de lluvia silenciosas que nunca logran calmar la tormenta interna. Cada “todo estará bien” se siente como una promesa vacía, un eco en los pozos de mi silencio.
El llamado a la acción, a romper este silencio, se siente tan lejano. “Silencio como un cáncer crece”, dice la canción, y lo entiendo demasiado bien. Mis propios pensamientos, mis luchas internas, crecen en la oscuridad de este silencio impuesto, alimentados por cada momento de soledad y cada intento fallido de alcanzar realmente a alguien.
En esos momentos, me siento inclinado hacia ese ‘dios neón’ que la canción describe, una representación de todas las falsas esperanzas y promesas vacías en las que hemos aprendido a depositar nuestra fe. Y aún así, en algún lugar dentro de mí, existe una chispa de deseo, un anhelo de que las palabras verdaderas, significativas, puedan encontrarme aquí, en mi oscuridad, y ofrecerme un verdadero consuelo, un verdadero entendimiento.
No busco más palmaditas en la espalda ni clichés. Busco una conexión que pueda atravesar este silencio ensordecedor, que pueda tocar el núcleo de mi tormento y ofrecerme un verdadero refugio, un verdadero silencio, uno que no sea tan aterrador, uno que no tenga que enfrentar solo.