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Cada acción, por pequeña que sea, contribuye a un propósito mayor

Recientemente me realizaron una pregunta, aunque aparentemente sencilla, lleva consigo todo el peso de mi dedicación diaria: “¿Por qué haces lo que haces?”, refiriéndose a mi trabajo extra, a la dedicación constante a proyectos, propuestas y colaboraciones, incluso cuando no veo un retorno tangible en términos de reconocimiento o compensación. La respuesta a esta pregunta no es simple; es un compendio de amor, pasión y un compromiso inquebrantable con la mejora de la profesión de enfermería.

¿Por qué? Porque no puedo limitarme a hacer lo mínimo cuando sé que puedo dar y contribuir más a la enfermería tanto como profesional como persona. No me conformo con hacer “lo que me toca”; aspiro a dar lo mejor de mí, a contribuir a una atención de enfermería con calidad y seguridad. Cada esfuerzo adicional es una inversión en el bienestar de las personas y de la población a la que dedicamos nuestros cuidados.

Aunque para algunos pueda parecer innecesario o que no tiene caso esforzarnos y dar más, estoy aquí para desafiar esa perspectiva. Amo mi trabajo y disfruto en demasía lo que hago, incluso cuando los resultados esperados no se materializan de inmediato. Creo en un futuro donde la enfermería sea bien remunerada, debidamente reconocida y empoderada.

La respuesta a esta pregunta no reside en un salario generoso ni en el reconocimiento inmediato, sino en un amor incondicional por mi profesión y en la firme creencia de que cada acción que emprendo contribuye al futuro de la enfermería.

Es verdad, enfrentamos desafíos abrumadores. A veces, parece que nadie ve el esfuerzo, que no se valora lo que aportamos y que muchos no colaboran ni participan. Es frustrante, cansado y, en ocasiones, decepcionante no obtener los resultados esperados, la retribución económica o el reconocimiento que merecemos. Sin embargo, en medio de este panorama, persisto con la confianza y la esperanza de que lo que estoy haciendo y lo que están haciendo más profesionales de enfermería contribuirá y trascenderá en los pacientes, colegas, estudiantes y pasantes que forman parte de esta maravillosa profesión.

Sin embargo, en medio de estos desafíos, mi amor y pasión por la enfermería son motores que me impulsan a seguir adelante. Aunque por el momento no vea un beneficio profesional inmediato para mí, confío en que mis aportaciones están contribuyendo a un futuro donde la enfermería sea bien remunerada y debidamente reconocida.

Mi compromiso va más allá de las apariencias y las expectativas inmediatas. Creo firmemente que nuestras acciones, incluso las que parecen pequeñas, tienen un gran impacto en la profesión y, lo más importante, en nuestros pacientes. No puedo simplemente conformarme con hacer “lo que me toca”, lo mínimo. Mi convicción es que puedo dar y contribuir más, y así lo hago.

Estoy convencida de que al contribuir con mi experiencia y dedicación, así como lo hacen más compañeros, estamos allanando el camino para un reconocimiento más adecuado y una remuneración acorde con la importancia de nuestra labor. En el centro de mi compromiso está la creencia firme de que, si nadie toma la iniciativa, la transformación nunca ocurrirá.

El hecho de que algunos no colaboren o no reconozcan nuestro esfuerzo no es desalentador, sino un recordatorio de que el cambio a menudo encuentra resistencia. Mi dedicación va más allá de los obstáculos presentes; es una apuesta por un futuro en el que la enfermería sea valorada en su justa medida.

Mi amor y pasión por la enfermería se miden en el impacto positivo que podemos tener en la vida de aquellos a quienes brindamos cuidados, en aquellos con los que colaboramos y en aquellos a quienes formamos (estudiantes y pasantes). Mi compromiso no solo se traduce en horas adicionales de trabajo, sino en la firme convicción de que nuestras acciones, aunque no siempre reconocidas, contribuirán a una atención de enfermería de calidad y seguridad. Es la firme creencia de que nuestras acciones, aunque a veces parezcan invisibles, están sumando para un mejor futuro, donde la enfermería sea bien remunerada, debidamente reconocida y empoderada en su papel crucial en el sistema de salud.

Al mirar hacia adelante, confío en que nuestra labor no solo se traduzca en un reconocimiento profesional, sino también en un empoderamiento real para la enfermería. Estoy convencida de que nuestras contribuciones, están sentando las bases para un cambio significativo en nuestra profesión. Sé que la realidad actual puede ser desalentadora, pero confío en que cada proyecto en el que me involucro, cada idea que propongo, cada compañero que tiene iniciativa con ideas, con compartir conocimientos, etc. contribuyen a un cambio positivo. Aunque no veamos resultados tangibles en el presente, estamos construyendo un futuro donde la enfermería ocupe el lugar destacado que merece.

Mi esperanza es que mis esfuerzos y los esfuerzos de mis colegas no solo beneficien la profesión, sino que también se reflejen en la atención que brindamos. Busco la calidad y seguridad en cada acto de enfermería, con la convicción de que, al mejorar nuestras prácticas, estamos mejorando las condiciones de vida y bienestar de las personas a las que servimos. Aunque en ocasiones el camino parezca cuesta arriba y los resultados esperados no se materialicen de inmediato, mi confianza y esperanza se mantienen inquebrantables.

Mi respuesta a la pregunta inicial es simple pero cargada de significado: hago lo que hago porque creo en el potencial transformador de nuestra profesión.  Confío en que mis contribuciones son semillas que, con el tiempo, mejorarán la profesión de enfermería.

Mi labor es una expresión de gratitud y un compromiso constante con una profesión que ha sido mi fuente de inspiración y crecimiento a lo largo de los años.

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